Hace poco, mi esposa —que vive con episodios de sinusitis (inflamación de los senos paranasales) desde hace años— tuvo uno de esos días en los que simplemente no podía respirar bien. La escuché decir con esa mezcla de frustración y desesperación que conocemos bien quienes tenemos seres queridos con inflamación crónica:
“¡Ya no aguanto! Me siento súper congestionada otra vez…”
Ella ya había tenido épocas de mucha mejoría, así que esta recaída nos tomó por sorpresa. Le pregunté qué había cambiado en los últimos días… ¿frío?, ¿alergia?, ¿estrés?, ¿comida?
Y de pronto, los dos recordamos lo más obvio: la promoción de galletas 2×1 que yo mismo compré ese fin de semana. Reímos al principio, pero cuando revisamos bien, caímos en cuenta de que se había comido dos paquetes completos el día anterior. No por ansiedad, sino porque “estaban ahí y estaban ricas”.
En ese momento lo entendí de nuevo: la inflamación no siempre llega con un golpe directo, a veces se va acumulando en lo cotidiano. En lo que comes, en lo que no duermes, en lo que ignoras.
Y aunque en este caso fue sinusitis, la inflamación crónica se manifiesta en muchas formas:
- Personas con artritis que despiertan con las articulaciones rígidas.
- Quienes viven con colitis, inflamación intestinal o malestar digestivo constante.
- Dolores de cabeza frecuentes que no se explican con exámenes.
- Cansancio inexplicable, problemas respiratorios persistentes, brotes en la piel…
Muchos ya están tan acostumbrados a vivir así, que lo llaman “normal”.
Todas estas son expresiones de inflamación crónica que muchas veces aprendemos a ignorar.

La inflamación crónica es como una hornilla encendida
Imagina que tu cuerpo es una cocina. La inflamación aguda es como encender el fuego para cocinar: necesaria, útil… pero temporal.
La inflamación crónica, en cambio, es como si dejaras la hornilla encendida todo el tiempo. Puede que no arda con fuerza, pero el fuego sigue ahí, dañando lentamente.
Para bajarle la intensidad, necesitas identificar qué perillas estás girando sin darte cuenta. Estas son las principales:
1. Estrés emocional no gestionado
El estrés constante o emociones reprimidas como la ira mantienen activa una respuesta inflamatoria en el cuerpo. No lo vemos, pero se refleja en cómo dormimos, cómo digerimos, cómo respiramos.
El cuerpo produce sustancias que, si no se liberan o equilibran, pueden generar inflamación a nivel celular.
2. Dormir mal también alimenta la inflamación
Dormir pocas horas o tener un descanso superficial impide que el cuerpo se repare. La inflamación se acumula porque no hay espacio para la regeneración.
Dormir bien no es un lujo. Es uno de los reguladores antiinflamatorios más potentes y gratuitos que tenemos.
3. La falta de movimiento y su impacto en la inflamación
Estar muchas horas sin moverse también sube el fuego. El cuerpo necesita movimiento para activar la circulación, liberar tensiones y eliminar toxinas.
No hablamos de ejercicios intensos. Incluso caminar 10 minutos varias veces al día, estirarte o subir escaleras puede hacer una diferencia enorme.
Un cuerpo inmóvil es como una olla sin válvula: acumula presión. El movimiento libera esa presión antes de que se desborde.
4. Alimentación inflamatoria y alimentos que ayudan
La comida puede ser leña o puede ser agua. Comer frecuentemente productos ultraprocesados, harinas refinadas, azúcares en exceso, o alimentos que sabemos que nos inflaman como el gluten o la leche puede mantener la llama encendida.
Pero también existen alimentos con propiedades que ayudan a disminuir esa llama. Algunos ejemplos son:
- Cúrcuma
- Jengibre
- Ajo negro
- Omega 3 (pescado azul, chía, linaza)
- Garra del diablo.
- Ortiga
Estos ingredientes no eliminan la inflamación, pero sí pueden contribuir a equilibrarla si los integras a tus hábitos con constancia.
Puedes consumirlos en su forma natural o vía suplementos si así es más práctico para ti. Ambos caminos pueden apoyar mejor tus resultados si se combinan con hábitos reales.
No se trata de “descargar la responsabilidad” en una cápsula. Se trata de elegir aliados reales para acompañar tu proceso.
Conclusión
La inflamación crónica no siempre se nota de golpe. A veces te acostumbras a vivir con ella sin darte cuenta. Pero tu cuerpo no está hecho para doler todos los días.
Quizá no puedas eliminarla por completo, pero sí puedes bajarle el fuego.
Con decisiones pequeñas, repetidas. Con más conciencia que culpa. Con menos perfección, pero más constancia.
En Suplementos Fénix, creemos que la información clara puede ayudarte a tomar mejores decisiones, y que el bienestar no se trata de perfección… sino de intención.